Ella es la persona de la entidad que apoya el trabajo de las Aulas Temporales de Adaptación Lingüística (ATAL) de los institutos Miraya del Mar y María Zambrano, con cuyos compañeros celebró ayer las III Jornadas de convivencia deportiva en las pozas cercanas al área recreativa del Alcázar, en Alcaucín, iniciativa enmarcada dentro del proyecto Tejiendo espacios de encuentro, subvencionado por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad.
Yan pasó la mañana en plena naturaleza con medio centenar de chavales de entre 12 y 18 años de ambos institutos: una veintena larga de chavales de las aulas ATAL y otra cifra similar de los denominados “alumnos ayudantes”, que son los que “promueven la comunicación y la mediación entre sus compañeros y el centro educativo”, según explicó el educador Rafael Yuste. La jornada se inició con un recorrido senderista desde las afueras de Alcaucín hasta las pozas, que fue lo que llamó la atención de todos los jóvenes. “Es lo que más me gusta, el agua. Dan muchas ganas de bañarse”, decía Fátima, alumna de cuarto de ESO. “El sitio me encanta. Pero lo mejor es el agua y el río”, añadía su compañero Mohammed, mientras que Merian subrayaba: “Y el paseo también ha muy sido bonito”.
Tras reponer fuerzas con el desayuno, todos participaron en las actividades organizadas por Jorge Moreno, profesor del Instituto de Educación Secundaria Reyes Católicos (Vélez-Málaga) y responsable del ciclo formativo de Técnico en conducción de actividades físico-deportivas en el medio natural, y sus alumnos. “Son todo juegos cooperativos, en los que el grupo de alumnos tiene que colaborar para conseguir un objetivo común”, afirmó el docente. Divididos en cuatro grupos (que los chavales denominaron Los ganadores, Los gorilas, Esperanza y Tiky Tiky) debieron superar pruebas de confianza y cooperación para poder lograr sus objetivos: desde encontrar bolas de colores a ciegas y siguiendo las indicaciones de sus compañeros hasta colaborar para conseguir andar en una especie de esquís gigantes. “La verdad es que está siendo muy divertido”, contaba Anna, de Bielorrusia. “Además, es mucho mejor que un día normal y es más fácil hablar con mis compañeros y compañeras. En este tipo de actividades aprendemos mucho”, subrayaba Anca, estudiante procedente de Rumanía.
Junto a ella, uno de los que más se divirtió en estas jornadas de convivencia fue, precisamente, Yan, que encontró en su compatriota Yighon –que lleva siete años en España- una aliada para ir conociendo al resto de compañeros a lo largo de la mañana. “Ese es, precisamente, el objetivo de jornadas: que todos se conozcan mejor, que descubran la gran diversidad que hay en sus centros educativos”, subrayaba Victorina Pérez, profesora de interculturalidad en las aulas ATAL. “Se trata de salir del día a día, descubrir un nuevo entorno, estar en contacto con el medio ambiente, divertirse y conocernos todos mejor”, concluía Fanny Sola, que anda tramando ya nuevas actividades para mejorar la convivencia y la integración de estos nuevos alumnos y sus comunidades educativas.